Heriberto Duarte
Se necesita a los amigos para reír. Para reír hasta que duela la boca del estómago y suspirar de cansancio y volver a reír. Se necesitan para mentirles y que nos mientan. Que nos mientan sobre lo que no se animan a decir de sus amores y sus perversiones. Sobre los secretos que sabemos juntos sin decirlos.
Se necesita a los amigos para que le piquen a uno las costillas. Para que nos agarren libidinosamente las nalgas y para que nos manoteen con torpeza la espalda y nos dejen adoloridos de amistad.
Uno busca a los amigotes para hablar de música, de trabajo y de sexo. De trabajo, de sexo y de música. De música para tener sexo. Del trabajo que cuesta el sexo. Del sexo y lo que sea.
Los amigos vienen en empaques distintos. Están los de la infancia y esos nos conocen los secretos que los amigos nuevos nunca sabrán.
A veces los amigos recientes que se hacen en la adultez, tienen mayor emoción. Por compartir el presente, por salir a buscar guerra, por estar en un mismo canal. Mientras la pura nostalgia nos mantiene agarraditos a los amigos de la infancia que llaman en los cumpleaños o para navidad. Ese saludo anual de los amigos de la infancia siempre viene lleno de aventuras viejas, de risas recicladas y de un amor inagotable.
Los amigos saben cuando aparecer. Los verdaderos amigos saben cuándo desaparecer por un tiempo.
Mi abuelo que murió cuando yo era un niño, fue mi primer amigo. Me trepaba en sus piernas para manejar el Fairmont blanco y me hacía tacos de machaca y paseábamos. Me encantaba verlo leer, dormir y comer frutas. Me hacía muecas que me mataban de miedo y carcajada, un sentimiento que sólo los niños saben mezclar. Y pasábamos mucho tiempo en silencio. El silencio entre amigos es tiempo de calidad. Es hermoso el silencio con los amigos adecuados.
Los amigos no son likes, stories, fotos. Los amigos son de carne, de aliento. Son de tripas y de corazón.
Los amigos saben llevarte de raite a todos los lugares donde encontraron la felicidad alguna vez.
Se necesita un amigo para que de vez en cuando nos miente la madre. Nos joda, nos regañe. Para que nos escupa la verdad en la cara.
Un verdadero amigo, sabe cuando tienes hambre.
Por último y no menos importante: Los amigos son amigos para siempre y por siempre en las buenas y en las malas. Así como Patricio y Bob Esponja.