Heriberto
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Los cumbieros que caminan por la calle

Los cumbieros que caminan por la calle

Oct 07, 2021

Ilustración-animación de TaBe Comicz

Cuando se escucha una cumbia todo el mundo se emociona 🎶
La cheverona, con Laberinto

Heriberto Duarte

No hace mucho vi un video en internet donde un vato decía: El reggaetón es para nacos, el rock es para drogadictos, la banda es para agropecuarios y los prejuicios musicales: son para pendejos. Su juego de palabras tiene razón, los prejuicios joden. Pero el prejuicio no siempre es negativo y a veces llega en forma visual o sonora.

La gente igual se reconoce por la calle. Un policía reconoce a otro policía aunque no traigan uniforme, incluso del otro lado de la acera. Se detectan por el olor. 

Un metalero ubica a otro por ciertos guiños que poseen de nacimiento. Uno pudiera pensar lo fácil: que es por la camiseta o el collar con una púa o la cadenita de la billetera o la barba de candado. Pero ellos saben cómo caminan y cómo ponen la mirada. Reconocen a la tribu porque van andando a ritmo de batería metalera. Mueven las manos como si caminaran con una guitarra distorsionada hasta el infierno y cada dos cuadras la intercambian por un bajo más trash, más gutural, más gore. También hay que decir que hay una minoría metalera silenciosa e introvertida, que necesita privacidad para ejercer. Ellos toman la air guitar en reuniones pequeñas y privadas, en donde tienen el control absoluto del sonido. 

El punk no necesita encontrarse con nadie. La gente sabe quién es por el estilo de moverse entre las banquetas. Tienen ese espíritu que también heredó el skate, rápido, libre, en el hustle. No me refiero a la imagen, ni a los peinados; en esencia, el punk se reconoce por la sonrisa. Luego en corto se pasan tips para resolver la vida gratis, para incomodar a los ricos, para hermanarse con los apestados. 

Todo esto porque hace mucho que me ronda una duda. ¿Cómo nos reconocemos en la calle a los que nos gusta la cumbia? 

Deberíamos portar gafetes con nuestro nombre chiquito y la palabra C U M B I A en mayúsculas. Deberíamos una vez al año los cumbieros de todo el mundo salir a las avenidas con un cencerro en la mano y sonarlo todos a la misma hora.

Cuando me presente con alguien desconocido debería decir mi nombre, mi apellido y una cumbia favorita o al menos un gritito cumbiero:

¡Sabor!
¡Pipipí!
¡Báilalo mi negro!
¡Rico rico rico!

La cumbia no necesita presentación para aparecer. Por sí sola está en la tierra y en la sangre latina, aunque la nieguen, la sangre y la tierra, la cumbia está ahí desde antes que viniéramos y seguirá ahí cuando nos vayamos. 

Los cumbieros nos descubrimos en una fiesta coreando algo al mismo tiempo o cuando alguien pregunta: ¿Qué canción pongo? Y con la felicidad en la cabeza deseamos algo sabroso, rasposo y piratón. Porque amerita la hora, el fin de semana. La cumbia es un escape. 

Algunos cumbieros se descubren haciendo alto en los semáforos, moviendo los hombros de carro a carro, se aprueban con las miradas, oyendo el estéreo ajeno. 

Los cumbieros llevamos dentro un animalito que se nos despierta y nos posee para hacernos bailar. A veces el animalito despierta mientras caminamos por la calle y nos damos cuenta entonces de quiénes somos. 

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