Ven, te invito a un café!

Ven, te invito a un café!

Jun 21, 2021

Cuando nombramos el café, hacemos referencia a un momento, una charla, una compañia o una cita... Cuando pensamos en café, podemos hablar de contemplación; del amanecer y el atardecer, de un color y de un olor, de una dura jornada de oficina o de un nocturno trabajo de estudio.
Y es que  a lo largo del tiempo, el carácter y personalidad del café, ha logrado permanecer en nuestros días como un miembro más de la familia. Aquel que siempre está ahí en la justa medida; unos días tan claro y caliente como el termal, otros días oscuro y amargo como la soledad. 
Pero qué es el café?
Para muchos, una cucharada de energía, para otros, una tacita de recuerdos mezclados con la cautivante aroma, que arropa historias y muchos pensamientos. 
Pues  de varios sorbos de café vienen: ideas cuerdas, ideas locas, ideas complicadas e improvisadas. Vienen risas pero también tristezas, viene el recuerdo dulce pero también el amargo, viene el deseo y viene el pretexto; el deseo de permanecer despierto, de alargar las horas cuando el sorbo se disfruta con tu mejor compañía. Pero nada mejor que ese café como pretexto; para volverse a ver, para ese encuentro furtivo, para esa charla que un día fue aplazada y hoy es deuda pendiente. Un café puede ser el mejor propiciador de encuentros y reencuentros. Es un break en el tiempo, que siempre espera y no desespera, que siempre agrada y que nunca falta. 
El café, es la combinación perfecta para acompañar la mesa, para activar el cuerpo,  y para empapar el alma. 

Tengo que decir que mi acercamiento con el café no fue en el orden adecuado. Primero lo conocí como infusión y más adelante, con el va y ven de la vida, me topé con el árbol y su fruta. Desde pequeña distinguía su aroma, y en la adolescencia, rechacé su sabor y  acidez. En aquella época, para mi el café era sinónimo de adultez, si me tomaba un café, me iba a ver como una tia o una abuela preparando tertulias en medio de tazas con líquido oscuro. Ese no era mi cuento. Y ese rechazo duró hasta que logré la adultez. El trabajo y la necesidad de alargar las horas o simplemente el querer disfrutar una tarde con amigas y colegas me hizo empezar a aceptar una tacita corta de café; Primero ligero, con leche o crema, claro y dulce. Luego fue grande, luego fue oscuro, luego fue amargo, luego 2 tazas, después tres... Cada vez me inundaba más en su aroma y exquisitez. Ahora, el café, ese líquido socializador, no puede faltar en la despensa; en la mañana, en las onces, en el trabajo, en el estudio, en las reuniones familiares o en las tertulias con amigos. 
Cada día he ido conociendo más de sus luces pero también de sus sombras. 
Y este espacio es para eso, para que conectemos  y conozcamos del café; de mi café. 

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