Podcast 14: Las Reglas en la Armonía

Podcast 14: Las Reglas en la Armonía

Jun 01, 2022

La armonía es el pilar vertical de la música. El más moderno, el más racional, y el más complejo para estudiar. Y para colmo, ha mutado tanto a través de los siglos que, dependiendo el género y el estilo en que nos encontremos, podremos desarrollarla de una manera o de otra. Escuchamos sobre la polifonía, la armonía tonal, la armonía modal, la armonía atonal, la armonía negativa. Parece ser que distintos mundos musicales con distintas formas de pensar la armonía nos obligaran a obedecer distintas reglas y condiciones.

¿Reglas?

Siempre me parece raro hablar de reglas en cualquier cosa artística, no sólo en la música. Solemos pensar en las reglas como los enunciados que nos dicen lo que está permitido y lo que no. La regla es normativa, traza un camino y postula una dirección. Experimentamos las reglas como aquello que separa - o busca separar - lo correcto de lo incorrecto, mientras nos orienta y propone algo que está bien en oposición a lo que está mal. Pero... ¿Existen el bien y el mal en el arte?

En el 2007 se dio a conocer la noticia de que el artista costarricense Guillermo Vargas había realizado una exposición en donde un perro callejero, atado por dos cuerdas en una galería de arte de Nicaragua, era dejado para que muriera de hambre frente a los ojos del público. La noticia sobre el hecho aclaraba que el concepto que el artista intentaba plasmar con esta exposición se trataba sobre la fragilidad de la vida y su material era el deterioro progresivo del animal (o su cuerpo) hasta llegar a la muerte por inanición.

Si tomáramos la noticia como cierta* bien podríamos preguntarnos si está bien o mal el accionar de este artista. Podríamos hablar sobre el acto de ejercer crueldad por la crueldad misma, sobre derechos y obligaciones para con los animales, sobre el desprecio de la vida... Podríamos debatir desde muchos ángulos sobre la moralidad de esta particular forma de exposición artística, pero estoy convencido de que ningún argumento sobre la bondad o la maldad del artista tendrá ningún peso en un juicio artístico. Es cierto que la ética se dedica a jerarquizar las conductas humanas según su valoración en tanto se acercan a un bien valuado o se alejan del mismo, siempre juzgando nuestro accionar como bueno o como malo según la sociedad y el tiempo en que se desarrolle. Pero el arte llama a un juicio personal, individual, subjetivo y completamente diferente. Sabemos que el arte es una actividad compleja, como complejo es el ser que lo produce, y por consiguiente no está siempre del todo claro cuál es su finalidad. Sabemos que hay arte que persigue la belleza, o un llamado a la reflexión (sobre qué, puede variar), o quizás pueda perseguir objetivos lúdicos, o la interpretación de una determinada realidad, o quizás ostente simplemente fines decorativos. Hay una infinidad de etcéteras sobre los objetivos que un artista puede perseguir haciendo arte, y esto considerando tanto a los objetivos conscientes como a los inconscientes que pudieran movilizarlo a producir la obra misma. Además pueden y suelen combinarse varios objetivos simultáneamente en la mente y alma del artista. Y, para colmo del asunto, es verdad también que la obra de arte la termina el público, con su interpretación y su valoración. Todo eso ocurre a un nivel muy personal. Yo puedo pararme frente a un cuadro de Velázquez y entenderlo o no, apreciarlo o no, disfrutarlo o no. En cierto sentido, el cuadro que miro difiere enormemente del cuadro que mira quien se para al lado mío. Y lo mismo ocurrirá al escuchar una ópera de Wagner, o ver una película de Tarantino. Si es cierto el postulado kantiano de que vemos la realidad como somos más que como es realmente, el arte puede que sea su mayor demostración. La forma en que experimentamos una obra de arte cambia de persona en persona, y por ello no puede ser juzgada con demasiada universalidad, y mucho menos como algo universalmente bueno o universalmente malo. De hecho estimo que puede ser incluso peligroso confundir la moral con el arte, mezclar o anular los límites entre la ética y la estética.

Propongo, como ejemplo del riesgo que implica confundir al arte con la moral, a las historias de la literatura; arte en donde nuestra especie se anima a probar ideas que son potencialmente catastróficas en la vida real. Podemos ensayar en la literatura todo tipo de tiranías y futuros distópicos, experimentar realidades alternativas mediante avatares que nos exponen sus experiencias y sentimientos sin tener que padecerlos nosotros en nuestro cuerpo y en nuestra realidad. Hay mucho que nos enseña la literatura cuando leemos "1984" de George Orwell sin tener que sufrir en carne propia la censura y persecución del partido IngSoc, o cuando nos adentramos en la mente de un asesino que tiene que vivir con sus decisiones y acciones en "Crimen y Castigo" de Fiodor Dostoievski. Por supuesto lo mismo aplica al cine y a la series, en donde podremos encarnar a todo tipo de personajes, desde los más heroicos y altruistas hasta los más siniestros y oscuros. Nos encanta ver a un gran villano en la pantalla o en las páginas de un libro. Una joven que saliendo del barro, ultrajada frente a una muchedumbre, con todas las razones para multiplicar su resentimiento y su sed de poder y venganza, sube a su dragón y quema viva a un millón de personas. Un profesor de química humillado por sus estudiantes y quizás hasta por Dios mismo, se dedica a gestar un alter-ego homicida, soberbio e implacable mientras levanta un imperio de narcotráfico en donde no se hace ausente el derramamiento de sangre. Obras como Game Of Thrones (o “A Song of Ice and Fire) y Breaking Bad son las formas en que aprendemos a identificar de entre nosotros la maldad propia de nuestra especie. Y por “nosotros” me refiero tanto dentro de nuestra sociedad como de forma personal e individual; dentro de nosotros mismos. No tengo del todo claro si es más urgente aprender a detectar a los enemigos externos que al enemigo interno. Sospecho que el enemigo interno es más peligroso y dañino, pero aún sin serlo, no importa ya que es el único sobre el que tenemos la posibilidad de control. Es el pasajero oscuro de la serie Dexter, o a “la sombra” a la que se refiere Jung. ¿Quién sabe cuánto más ingenuos seríamos sin la capacidad de reconocer a tiranos y psicópatas en el mundo sin los experimentos que desarrollamos en el arte de contar historias? Gracias a que la moral queda suspendida en el arte es que los escritores y guionistas pueden exponernos a una maldad que actúa como vacuna.

Volviendo al caso de la supuesta exposición del perro cuyo destino sería la de morir de inanición expuesto a un público que busca consumir arte, podemos hablar de las consecuencias legales y morales del accionar del artista – o el supuesto accionar del artista - pero desde el punto de vista artístico en sí, como críticos de arte, sólo podríamos expresar cosas como "me gusta" o "no me gusta", "me mueve" o "no me mueve", "me produce (tal o cual cosa)" o "me es indiferente". En cuanto expresamos aprobación o desaprobación moral, nos corrimos del ámbito del arte. Y está bien que eso ocurra. Pero no considero que los juicios morales deban confundirse con los juicios artísticos.

*Antes de continuar, aclararé que la noticia en cuestión fue amarillista, sensacionalista y, aparentemente falsa; el perro en cuestión habría estado atado solamente unas tres horas. De hecho, el artista en cuestión realizó otra obra a los pocos años llamada “axioma”, que presentó inicialmente diciendo que haría una exposición fotográfica cronológica mostrando el deterioro de tres perros a los que dejaría de alimentar. Publicaba así fotos en donde los perros iban apareciendo cada vez más flacos y desnutridos. Sin embargo los tres perros en cuestión eran callejeros y habían sido rescatados y cuidados por el artista que los fotografió periódicamente; el truco es que decidió publicar las fotos en sentido cronológico inverso. Mi suposición es que el objeto verdadero de sus obras (su material artístico) no son los perros ni las fotos sino el público y sus reacciones. Incluso considerando esta forma de mentira planteada por el artista, el juicio que hagamos por el “engaño” al público será un juicio moral y no uno artístico.

El juicio moral es uno. El juicio artístico es otro. Van por caminos distintos y llegan a sentencias de naturaleza diferente. Un juicio moral será social, cultural, universal. Un juicio artístico será personal, subjetivo, individual. El juicio moral acabará por valorar las conductas humanas como buenas o malas, según la cultura en la que se realicen. Un juicio artístico valorará a una obra según nuestra interpretación personal, y nuestros gustos y preferencias. Son juicios que responden a distintos objetivos y por consiguiente utilizan distintas reglas. El juicio moral busca consenso para la salud de una sociedad. Del juicio artístico poco puedo decir, salvo de los que yo mismo haga, y creo que de poca utilidad les sería a ustedes, que harán el propio con cada obra que experimenten.

Pero volviendo al asunto de las reglas.

¿Qué reglas “útiles” podría tener el arte si no son reglas morales?

Como lo dije en otro capítulo ya, las reglas que tiene el arte no son muy distintas a las reglas que tiene un juego. Un juego donde la moral queda suspendida (está bien mentir y engañar en el póker o en el truco, o robar un pozo en la canasta haciendo una cama, o atacar e invadir países en juegos de estrategia, o incluso matar a otro jugador en juegos de rol…) Y las reglas del arte, como ocurre con las reglas de los juegos, suelen ser de lo más arbitrarias. ¿O no es arbitrario acaso que un As valga más que un cinco de corazones? ¿O que debamos llevar una pelota y hacerla pasar por X estructura mientras un equipo intenta hacer lo mismo en oposición a nosotros? Según la cara superior que muestren los dados sabremos si ganamos o perdemos… ¿No es arbitrario que a la bola blanca del billar se la trate tan distinto a las demás bolas de la mesa? Las reglas, aún arbitrarias como son, son lo que constituye el juego, y cuando éstas se caen o son violadas, el juego se rompe. No queremos (o no podemos) jugar a un juego que no tenga reglas.

¿Dónde está la moral en este tipo de juegos? Fuera de los juegos. Como jugadores nos comprometemos a obedecer estas reglas, arbitrarias e inmorales como puedan parecer, porque eso nos permitirá repetir el juego en el futuro. Y seamos sinceros; a todos nos gusta jugar, lo que creo que dice algo sobre nuestra especie y su apreciación por algún tipo de estructura de reglas. ¡Si hasta caminamos por la vereda sin pisar las líneas, o equilibrando la cuenta de líneas pisada por cada pie!

En el arte podemos inventar reglas, luego romperlas, y recrearlas a voluntad. El arte es como un juego que se renueva a capricho del artista. Cada vez que un músico elige una tonalidad, una instrumentación, una temática, una estructura... lo que hace es imponerse un conjunto de reglas, que podrá seguir mientras le gusten y podrá desecharlas cuando lo desee. Estoy convencido que el primer paso para componer, para improvisar, para arreglar, para producir una obra… siempre es la formulación de una regla.

Son las reglas, y no otra cosa, las que le dan forma a la obra. La regla establece un límite, y los límites permiten la definición; delimitan la obra, marcando lo que será de lo que no. Imaginemos un pintor enfrentando lo que suele describirse como su mayor miedo: el lienzo en blanco. Frente a sí el pintor ve sólo potencialidad. El cuadro no es nada aún, pero esconde la capacidad de transformarse en una infinita inmensidad de cosas. Al cabo de un tiempo de trabajo el cuadro puede producir a la próxima "Mona Lisa", o un nuevo producto del esnobismo vacío que abunda desde siempre en el arte (y eso no es lo peor que puede producir). El lienzo para el artista no es un lienzo, sino una ventana a un universo interminable, demasiado grande para las limitaciones del artista humano. Pero el pintor comienza a recortar ese universo infinito con reglas que puede formular arbitrariamente. Se pregunta: "¿Qué voy a pintar?", y se responde, por ejemplo, "un animal". La infinidad a la que puede invocar el cuadro acaba de reducirse drásticamente mientras todo tipo de objetos, personas, paisajes, figuras geométricas, y todo lo que no pertenece a la categoría animal queda desterrado. Pero hay infinitos más grandes que otros. El lienzo todavía es titánicamente inmanejable. Surge así la necesidad de una nueva pregunta: "¿Qué tipo de animal?" - "Un gato". Con una nueva respuesta son borrados de un plumazo todos los animales fantásticos como unicornios, pegasos y quimeras, y todos los animales reales que no entran en la categoría "gato". “¿Qué gato” - "Va a ser una gata naranja de pelo largo", y lo que era un universo infinito de gatos se reduce aún más a un tipo específico de gato. "Va a estar durmiendo sobre las teclas de un piano"... "Van a iluminarse, gato y piano, con una fogata en una chimenea"... "Voy a usar pinceles y acrílicos"... “Se va a ver una luna llena por una ventana en el fondo, y un plato de comida con el nombre Cassandra”… Cada nueva regla arbitraria producida por el artista nos permite visualizar el cuadro con mayor facilidad. No existe una obra de arte que no nazca de este tipo de reglas.

Algunas reglas en el arte pueden ser - a falta de otra palabra - impuestas. Esto ocurre cuando me propongo producir una obra de arte que encaje en alguna categoría en particular. Por ejemplo: si decidiera componer una canción pop haré bien en considerar no extenderme en la duración de la pieza (pocas canciones pop exceden los cuatro minutos), usaré una métrica de 4/4 – o al menos evitaré componer en 9/8, o 15/16… -, procuraré no incurrir en el uso de acordes demasiado complejos y melodías ‘extrañas’. En todo caso fortaleceré mi estribillo y procuraré que sea pegadizo y difícil de olvidar. Si en cambio decidiera componer un vals, sabré que deberé componer en 3/4. Caso contrario, mi composición no podrá ser nunca considerada una vals. Podríamos decir lo mismo al llamar novela a las obras literarias extensas de tramas complejas, o cuento a las obras más breves de tramas más lineales. Cada categoría con las que agrupamos ciertas obras de arte implican la existencia de reglas que han sido seguidas o respetadas por los artistas que produjeron esas obras.

Esas son reglas más generales. Y en lo más particular... ¿Qué reglas usamos en la armonía? Dependerá del tipo de armonía que queramos usar. Para eso veremos que solemos entender a las composiciones según distintas texturas que pueden tener. Las texturas podemos pensarlas como las primeras reglas con las que jugaremos armónicamente.

La primera textura de hecho no pertenece a la armonía, y es la que solemos llamar Monodía. En la monodía, hay una sola melodía. Hay quienes distinguen entre distintas formas de monodía según exista un solo cantante, o un grupo de cantantes al unísono. Incluso hay quienes distinguen entre el coro unísono prolijo y exacto, y el coro unísono que permite cierta interpretación, imprecisión, soltura y libertad. En definitiva la idea musical - la regla - es la misma: una sola melodía en la composición.

Cuando comenzamos a superponer melodías, como podemos estudiar que ocurrió en nuestra historia musical occidental con el discantus, el organum y demás, comenzamos a hablar de Polifonía: la superposición de dos o más melodías. En este caso podremos diferenciar dos tipos de polifonías: la Homofonía, en donde las melodías superpuestas se mueven a un mismo ritmo, formando una suerte de columnas armónicas que podremos interpretar con relativa facilidad como formas o precursores de acordes, y el Contrapunto, en donde las melodías se mueven de manera independiente. Ambas formas son fácilmente identificables en las obras de los períodos renacentista y barroco.

Y la última textura, a la que seguramente le dedicaremos la mayor parte del estudio, es la de Melodía acompañada. Esto quiere decir que tendremos una melodía (en ocasiones puede haber más, superponiendo o combinando distintos tipos de texturas) con acordes. Es por eso que englobaré al cuerpo de obras armónicas según cinco formas de armonía: La polifonía (en sus formas de homofonía y contrapunto), y las formas que suelen presentarse en la textura de melodía acompañada: Armonía Tonal, Armonía Modal, Armonía Atonal y Armonía Negativa. Cada una de ellas, con su propio set de reglas.

Marcelo "Chuffi" Siutti

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