Cuatro AM

Jan 18, 2022

Esta noche me encontré con la dificultad de no saber qué carajos escribir. Al fin y al cabo mi audiencia necesita leer algo, algo que sea característico de mí. Así que, en busca de aquel incentivo creativo, me dediqué a pasear por cada una de las habitaciones de mi hogar. Esperaba que en mi cuarto me topase con algún suceso extraño, con la mera idea de convertir un relato en algo paranormal. Pero al parecer, los seres inexistentes objetaron por no ser partícipes en esta ocasión. En un principio me sentí defraudado, pero luego pensé:

«Y si, ¿me invento algo relacionado a fantasmas?»

No voy a negar en absoluto que es uno de los géneros que me fascina. Crear cuentos en los que fantasmas se dedican a torturar mentalmente a mis personajes, o bien asesinarlos de maneras muy sobrenaturales. Aún si estaba con ganas de escribirlo, la inspiración no estaba de mi parte. Regresé a mi escritorio y acomodé mis dedos para comenzar, pero no pasaba nada. Están inmóviles, como si esta noche no estuvieran con las ganas de contar una historia.

Una vez más, me levanté del lugar y me dirigí hacia el cuarto de mi hermano. Creí que allí los encontraría, posiblemente fastidiando el sueño matutino de mis seres queridos. Pero no... Al parecer mi hermano estaba durmiendo muy cómodamente. Tal parece que no tendré una historia paranormal, lo cual me hizo plantear en ese momento, otra idea bastante original:

«¿Qué tal una historia cómica, de humor?»

Un cuento que redacte acciones por parte de mis personajes, fastidiando a otros, utilizando bromas de mal gusto. «¡Na, no soy tan cruel!», me dije a mí mismo. Creo que no me sale bromear, menos fastidiar a los demás. Apenas puedo hacer bromas en la vida real, ¿y pretendo narrarlas? ¡No creo! De manera que voy a descartar esta idea, el humor satírico es más para disfrutarlo frente a frente, y siendo un tanto sano. Ahora bien, de forma escrita, no es mi estilo.

En esta ocasión, en vez de regresar a mi escritorio, decidí explorar algo más allá de lo que estas paredes pueden ofrecerme. El patio exterior. Cabe aclarar que son las cuatro de la madrugada, hoy el insomnio está sopesando muy fuerte en mí, o tal vez es el deseo y/o preocupación de escribir algo para no dejar algo inactivo. En fin. Aprovechando que estaba por salir a las afueras de mi resguardo, tome un cigarro para disfrutarlo. Así fue como estuve fumando un buen rato, debajo del gran rocío nocturno en pleno invierno.

Esperé el gran deseo de escribir alguna que otra historia relacionada con la antigua época, en donde los seres humanos debían sobrevivir bajo la intensa nevada de su región. Sería totalmente interesante escribir sobre una raza humana evolucionada capaz de tolerar el intenso frío de la Antártida, o incluso capaces de soportar las meras condiciones de un planeta sin su campo gravitacional. Pero eso ya es exagerar mucho, se puede, pero no estoy tan enfermo como para narrarlo (Guiña un ojo). Bien, ya que la idea de crear un cuento de fantasía parece estar muy lejos de mis costumbres, probaré a buscar otras.

En el patio trasero de mi hogar, merodean tres caninos. Una hembra, la cual era mascota de una de mis hermanas menores que hoy ya no vive aquí; y dos machos —uno más joven que el otro— cuyos dueños son mis hermanitos menores. Aquellos que tengan mascotas caninos, saben muy bien que a estas horas de la madrugada, estos bellos seres no hacen más que descansar bajo el regazo de cada uno. Amontonados en una caseta especialmente para su especie. Pero... Sí, algo extraño está sucediendo aquí ...en esta ocasión no están durmiendo.

Al parecer, estoy teniendo toda la suerte. Ya que estoy siendo testigo de cómo estos dulces, tiernos y bellos caninos hacen una danza extravagante alrededor de un osito felpudo. Hubiera deseado que estuvieran rodeando un círculo cuyo interior sea una estrella, pero no... Tenían que estar saltando de alegría, como gacelas colmadas de regocijo, alrededor mío.Apunto de terminar mi cigarro, desperté de mi sentenciada creatividad, y me dije: «Se supone que esto no es humor, tampoco paranormal. Lo peor de todo es que la sigo exagerando... ¡Probemos con otra cosa!».

Regresé al interior de mi hogar, porque mis manos ya se estaban volviendo azules. Es bonito y hermoso el invierno, pero tampoco como para salir en pijama y sin abrigarse. Para darles un contexto más objetivo, salí al patio con una remera de mangas cortas y un short de verano. Realmente puedo llegar a decir, que fui un completo idiota en ese momento. ¡Cuando el lector/lectora tiene razón, la tiene! Literalmente estaba fumando con el tiriteo intenso expuesto al frío.

Una vez dentro, me acerqué a la estufa para así normalizar la temperatura de mi cuerpo. Lo cual hizo que aprovechase ese tiempo para dejarme llevar con la imaginación. Sin embargo, me vi interrumpido por una serie de sonidos expuesto por mi ordenador. No es que un aparato externo fue desconectado, ni mucho menos una alerta de notificación de suscripción (Insertando anuncio publicitario). Fue todo lo contrario a ello... Al principio fue muy placentero el sonido, ya que parecía estar viendo un vídeo satisfactorio cortando arena, reventando burbujas o apretujando con una red una bola de goma (me gusta si ves esos videos en las madrugadas).

—¿Ya me puedes informar de qué trata? —pensó el ser sensual y más hermoso/hermosa que yacía del otro lado de la pantalla.

—¡Bueno, bueno, va! Es que no me tienen paciencia... —respondí anticipándome a sus pensamientos.

El ruido que me distrajo de mi trance creativo, eran de las teclas de mi ordenador brotando de sí mismas. Como sí estas tuvieran almas. Al parecer se conocían entre ellas, hablaban demasiado, compartían muchas palabras. A excepción de la H, ella sí que era demasiado silenciosa. Pasaron varios minutos en lo que intentaba descifrarlas, o bien entenderlas.

(Modo serio) Cuando de repente, estalló una guerra entre la S y la H, obligándome a guardar silencio (Se escucha el sonido de un impacto).



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