Paramar

Jan 18, 2022

«¡Oh bella Mar!», pensé mientras observaba la distante urbe que yacía sobre mis pies. No hago más que dirigirme cada mañana a ese recóndito lugar, arrodillado en la punta del acantilado esperando que algún día suceda un bello milagro. El cielo era un deleite desde mi perspectiva, las nubes cubrían el firmamento con su temple color lóbrego. El llanto de la misma humedece la comarca, haciendo que los pueblerinos apuraran el amparo de un techo sin derruir.

«¡No hay mejor asolamiento motivada por tu cristalino corazón!», he vuelto a pensar observando el horizonte, cuyo único avistamiento era un rayo de sol. Más allá de la ciudad, existe un alma que cubre el suelo por completo, aun si no sabemos que hay en su extensión.

«¡Oh Paramar, llévame contigo a descubrir tu mundo!», pensé luego de impulsarme al suelo a gran velocidad, para dejarme caer con gran naturalidad. El mar que cubría las playas de Kataryan, se levantaban con gran fuerza mudándose hacia donde mi ser se encontraba. Grandes olas se avecinan en la población, destruyendo cada hogar. Hombres y niños e incluso mujeres eran arrasados por la tempestad, ninguno a los que conocía he vuelto a ubicar. Mi caída parecía ser el de una pluma desprenderse de un ala, incluso el viento era quien me elevaba.

Las aguas del mar cada vez estaban más cerca de mí, poco a poco las olas crecían, elevando su poder hasta el infinito. Observé con pasión el accionar de Paramar, y de pronto pude llegar a identificar la última ola que se postró ante mí, la cual tomó la forma de una palma. La urbe que antes estaba bajo mis pies, había sido cubierta por las aguas del piélago. Consumió a todo ser vivo que habitaba en esa fracción de suelo, nadie pudo ser capaz de sobrevivir ante semejante obra maestra.

«¡Oh bello ángel, has cumplido mi deseo más profundo! ¡Dejame ser tu hombre, toma posesión de mi alma, haz de mí lo que desees!», exclamé envuelto en lágrimas luego de dejarme llevar por las olas.

Sumergido, siendo impulsado por la corriente, pude ser testigo de un acto totalmente hermoso. El sonar de los cetáceos, las danzas de las toninas y el canto de los siluros rodeaban mi persona. Una gran variedad de seres que jamás en mi vida he visto, dándome la bienvenida a este nuevo universo.

Mi amor por lo natural, por lo real, era tan fuerte que les deseaba el mal a mi pueblo. Soñaba eternamente en que algún día, el mar cobrará el accionar de los hombres. Desde mi existencia en esta región, la falta de empatía por los distintos seres que yacían, eran despreciados por los lugareños. Ninguno criaba en pos de la supervivencia, solo alimentaban su egoísmo y arrogancia, satisfaciendo sus deseos. He pensado mil y una veces, en que tal vez el desear la erradicación de mi gente, salvaría lo poco que queda en estas tierras benditas.

¡Hombre! Si vieras lo que tengo frente a mí, serías capaz de ver la belleza que existe debajo del mar. Paramar se ha encargado de cuidar y embellecer el mundo en el que ella misma reina. He leído mil veces su leyenda, lo he deseado desde el primer día en el que supe de su existencia. No quiero ser el alimento, ni mucho menos dañar al mundo con mi arrogancia. Solo quiero que ella —mi bello amor— continúe creando vida silvestre, incluso si se trata de un nuevo mundo debajo del piélago.

—¡Amerio, eres tan bello como la historia lo cuenta! —dijo una voz dulce y tenue.

Las criaturas que danzaban a mi alrededor, variaron demasiado en su color. Los cetáceos albares, las toninas heladas y los siluros verdosos giraban y giraban sin detenerse. Parecían estar alegres porque finalmente, el hombre que era dañino fue expulsado de sus territorios. Cada criatura contemporánea que yace por debajo de la urbe, han sido liberados por la gran reina del mar, quien a su vez había escuchado mi llanto.

—¡Oh Amerio, has sido el único hombre que ha exclamado de dolor! ¡Por favor, hazte mío! —cantó una sirena con dulzura y armonía.

—¡Mi bella Mar! ¡Tómame! —respondí con dolor y agonía, estirando mi brazo para tocar su energía.

Paramar era una bella sirena, cuya cola era turquesa. Su cuerpo estaba desnudo, pero envuelto en escamas suaves y delicadas. Fue esculpida por los Dioses, otorgándole el reinado del mar, para traer bellezas al mundo desconocido por el hombre.

Por alguna extraña razón, cuando la bella mujer se puso frente a mi. Al tocar mis manos, pude respirar sin ningún problema. Ya no necesitaba de todo aquello que el hombre necesita vivir, solo me hacía falta su amor y nada más que su corazón.

—¡Hombre que proviene de las tierras, hoy mi corazón se funde con el tuyo! —proclamó la sirena, mientras ésta tocaba mi corazón. —¡Reinarás a mi lado, recitaras tus poemas y crearas vida tan solo deseándolo!

—¡Estoy aquí para amarte, seré lo que desees que sea para ti! —proseguí a entonar con serenidad y regocijo, tomándola de la cintura y acercándola ante mi. —¡Reinarás mi corazón, te inspiraras en mi querer y ningún hombre podrá deponer!

Mar envolvió mi cuerpo entre sus brazos, abrazándome en señal de aceptación. Su rostro albino y sus ojos de color celestiales, incluso sus labios rosáceos eran un deleite, al punto de considerarlo un manjar. La reina del mar deseaba fortuitamente hacer de mí su posesión, aclamaba por la pulpa de mi grandor. Inescrutablemente los peces que danzaban a nuestro alrededor, se dispersaron con total parsimonia dejándonos el mar a nuestra completa disposición. De manera que ambos, aprovechamos para concretar nuestra aclamada ceremonia, para finalmente sellar nuestra unión.

El abrazo de la reina me incitó a besarla, la cual fue correspondido. Mientras nuestros labios se fundían, nuestros cuerpos poco a poco descendían. Al tocar el suelo, una bella luz clareó el mar, dejando visible un gran arrecife. Finalmente el nuevo mundo, ya estaba presente. Mi cuerpo y el de Mar, en una escultura se convirtió, siendo así el final de nuestro amor.



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