Y así, sin pena ni gloria, pasan los días, las semanas, los meses, los años, y las generaciones de chicos, que cada vez saben menos. Pero a nadie parece importarle.
Chicos que empiezan la educación primaria a los 6 años y no saben escribir su nombre.
Chicos de 8, 9 años, que no saben leer ni escribir.
Chicos de 10 años que escriben VACA con B. El peor chiste de todos, hecho realidad.
Chicos que terminan la escuela primaria, con 12 años, apenas sabiendo leer oraciones simples, pero si saber absolutamente nada de números.
Chicos que terminan la secundaria (17, 18 años) apenas sabiendo sumar y restar, pero que no saben multiplicar o dividir porque “es muy difícil”.
Personas que quieren ser policías, pero no llegan a hacer el curso de ingreso porque no saben completar el formulario de inscripción. De vuelta, porque parece increíble: no hacen el examen de ingreso porque quedan eliminados antes. No saben completar el formulario de inscripción.
Estudiantes de abogacía que no pueden responder preguntas simples porque no comprenden un párrafo.
Y así podemos seguir y seguir con cientos de ejemplos que se repiten a diario en todas las escuelas y universidades de Argentina. Como el caso de una maestra de Tercer Grado, que escribió en el pizarrón MOUSTRO en lugar de MONSTRUO.
A los padres les importa que los colegios sigan funcionando como guardería. Si pudiesen meter a sus hijos como pupilos, lo harían. Así no se tienen que hacer cargo de ellos. Quieren que los maestros ganen bien, pero se quejan si hacen huelga o piden aumentos. Quieren que los maestros ganen bien, pero no les preocupa que un maestro no llegue a fin de mes.
Mientras tanto, los políticos hacen la “vista gorda”. Pretenden hacer de cuenta que no ven nada, que no importa, que son circunstancias del momento y nada más. Las escuelas se caen a pedazos, y junto a ellas, se caen a pedazos los docentes y alumnos. Toda la educación colapsa como un castillo de naipes mal armado.
