Podcast 12: Tríadas

Podcast 12: Tríadas

Jul 12, 2021

La armonía es el pilar vertical de la música

¿Y ésto qué significa? En tanto consideremos al nacimiento de la armonía moderna a partir de la polifonía medieval, y desarrollada con la escritura musical, veremos que la idea de apilar notas fue ganando terreno con el pasar de los años. Polifonía es superposición de voces. Recordemos que en la edad media y en el período artístico posterior – el renacimiento – las formas de polifonía principales son el contrapunto y la homofonía. En el primero encontramos melodías superpuestas que guardan una relativa pero importante independencia en cuanto a sus ritmos, sus curvas o direcciones melódicas, sus alturas, etcétera, pero en la homofonía las melodías se desarrollan sobre un ritmo común, formando una suerte de columnas de notas. Creo que ésta es la armonía que nos resulta más familiar en la actualidad y que encontramos en prácticamente todos los géneros de música moderna sobre la que se desarrolla una melodía principal. Es el germen del que nacerá la textura de melodía acompañada… Eso significa: una melodía acompañada por acordes. Vemos un especial desarrollo de esta idea en el período barroco (desde el año 1600 al 1750) en lo que se conoce con el nombre de bajo continuo. Sin embargo, y por el momento, en este capítulo dejaré de lado el bajo continuo y adoptaré un enfoque más moderno; basándome en el acorde como el pilar armónico fundamental, como una entidad en sí misma, independiente incluso de todo contexto.

Empezaré por decir que hay tres afirmaciones claves a realizar sobre lo que un acorde es.

1. Por un lado definimos acorde como un conjunto de tres o más notas simultáneas.

Ésta es una definición vaga y sin embargo certera de lo que un acorde es. Sabemos que al escuchar una nota, estamos escuchando una melodía. Una nota sola puede ser la melodía más sencilla jamás escrita y canta su voz como lo hace toda melodía: horizontalmente. Pero producir dos notas simultáneas nos adentra en el mundo de la armonía, la verticalidad, la superposición. Dos notas simultáneas ya son armonía, pero no son un acorde todavía. Dos notas simultáneas son un intervalo armónico, y solemos referirnos a ellas de esa forma cuando las llamamos “quintas”, “terceras”, “sextas”… Para formar un acorde necesitamos de al menos tres notas distintas. Los acordes que tengan tres notas los llamaremos tríadas, los que tengan cuatro serán tétradas, con cinco notas formaremos péntadas, seis notas darán una héxada, y así progresivamente. Esta nomenclatura no es la única vigente pero sí la considero la más apropiada y elegante.

He aquí una pequeña anécdota personal: recuerdo de mis tiempos de estudiante que en una de mis primeras clases de armonía en donde el docente (un sujeto que no gozaba demasiado de mi simpatía y que imagino proyectaba cierta reciprocidad) explicaba la formación de acordes llamándolos tríadas si tenían tres notas, cuatríadas si tenían cuatro y… Recuerdo interrumpirlo levantando la mano en ese momento para pedirle clarificación. Según me explicó, para él había una cuatríada si el acorde tenía cuatro notas, tríada si tenía tres, pero no había nombres para acordes de cinco o seis notas; los llamaba simplemente “acorde de cinco notas” o “acorde de seis notas”. Tras expresar mi descontento con la terminología, el docente me arrinconó para que le propusiera una nomenclatura mejor. Le pedí un tiempo para pensar mi respuesta, y él continúo el dictado de la clase hablando de séptimas, novenas y oncenas... A los minutos levanté nuevamente la mano y cuando me dio la palabra le dije mi preferencia: tríada – tétrada – péntada – héxada – héptada – óctada. Ya usamos en la geometría prefijos para esas cantidades (y recordemos que geometría y música estaban entremezcladas en la mente de Pitágoras, junto con la astronomía y otros saberes) y desde esa clase, cerca de comienzos del año 2003, es que prefiero y uso esa terminología. Consideré su empleo una rareza hasta que unos años después vi que mi invento original no era tal, ya que otras personas en el mundo (lo descubrí gracias a la inmensa tecnología que YouTube representa) usaban esos mismos términos. De cualquier modo, sea cual fuere la terminología que cada quien decida usar, lo importante es comprender el concepto al que el término refiere, y un acorde tendrá así un mínimo de tres notas.

Agregaré también que hace unos años conocí un nuevo término que me gustó mucho. Dos notas simultáneas podrían ser una díada. De esta manera obtenemos un nombre que nos permite referirnos a los intervalos armónicos en un sentido general, sin especificar su cantidad sino englobando a todas las posibilidades. Sin embargo no debe confundirse a la díada – en caso de adoptar el término – con una forma de acorde.

2. Las notas que conforman un acorde surgen de la superposición de terceras.

No es fácil escapar de este intervalo en la construcción de acordes y de todos modos no creo necesario en este punto explorar una armonía basada en otros intervalos. Quizás más adelante. Me limitaré a decir que incluso en muchos casos en donde se habla de armonía cuartal (donde encontramos acordes cuyas notas guardan entre sí intervalos de cuarta) la lógica detrás de los acordes sigue estando basada en la superposición de terceras. Y es que debemos tener en mente que todo este asunto de la construcción de acordes a partir de intervalos se origina en los mismísimos intervalos contenidos en los armónicos de una nota, de donde los pitagóricos extraían el acorde perfecto mayor, utilizando fórmulas matemáticas claras, y dándonos así a una primera o fundamental, una tercera mayor por encima de ella y después una quinta justa, ubicada una tercera menor por encima de la tercera mayor. La tríada – especialmente la tríada mayor – se encuentra en esa frontera entre invención y descubrimiento.

También debemos considerar que la tríada es la base de todos los demás acordes. Si estamos ante una tétrada sabremos que a una tríada se le ha sumado una cuarta nota. Y que si nos enfrentamos a una péntada, entonces podremos reconocer la tríada a la que se le sumaron dos notas. Es por eso que es imperativo comprender a las cuatro tríadas fundamentales.

La tríada mayor es la más natural de todas, ya que utiliza los intervalos encontrados en los primeros armónicos de una nota. Consiste en suceder una tercera mayor y después una tercera menor a partir de la nota fundamental del acorde. Así es que la tríada de Do Mayor está formada por las notas Do – Mi – Sol, encontrándose un intervalo de tercera mayor entre Do y Mi, y uno de tercera menor entre Mi y Sol. Así es que toda tríada mayor se forma con una tónica o fundamental, una tercera mayor y una quinta justa.

La tríada menor invierte el orden de las terceras. Así es que, a partir de la fundamental, primero subiremos una tercera menor y después una tercera mayor. La tríada de Do menor se forma entonces con una tercera menor entre Do y Mi bemol, y una tercera mayor entre Mi bemol y Sol. Toda tríada menor consiste en la primera justa, la tercera menor y la quinta justa.

Un poco menos frecuentes en el universo musical encontramos a las tríadas disminuidas, que consisten en la sucesión de dos terceras menores. Así es que la tríada de Do disminuido se construye con una tercera menor entre Do y Mi bemol, y otra tercera menor entre Mi bemol y Sol bemol, para darnos una tónica, una tercera menor y una quinta disminuida.

La cuarta tríada es aún menos frecuente y es la tríada aumentada; la sucesión de dos terceras mayores. Así encontramos a la primera tercera mayor entre Do y Mi, y a la siguiente tercera mayor entre Mi y Sol sostenido. Toda tríada aumentada ubica sobre la fundamental a la tercera mayor y a la quinta aumentada.

Primeras, terceras y quintas son las notas que forman estas cuatro tríadas fundamentales, pero hay dos acordes que merecen una mención especial. El más famoso de los dos es el acorde “sus4”. Podemos usar ese apócope de sus como un juego de palabras para explicar la forma en que se construye este acorde. El acorde se encuentra suspendido ya que no está definido ni como mayor ni como menor (los dos tipos de tríadas más comúnmente usados). Ya vimos que la tríada mayor está construida con una tercera mayor y una quinta justa sobre la tónica, mientras que la tríada menor lleva una tercera menor y una quinta justa. Es por eso que la tercera del acorde, la que llamamos modal, es la que define el modo del mismo; un acorde será mayor o menor tanto como lo sea su tercera. Pero si removemos a la tercera de un acorde perdemos esa definición. El acorde sus4 queda suspendido en su definición de mayor o menor, ya que sustituye a la tercera de la tríada por la cuarta justa. El uso típico de este acorde es el de anteceder a la tríada mayor del mismo nombre; podemos pensar que en el 99% de las veces, después de encontrar un Csus4 aparecerá un C.

El otro acorde, si bien es mucho menos frecuente, sigue la misma lógica, reemplazando a la tercera del acorde por la segunda mayor. Así es como encontramos al acorde sus2. La razón por la que el acorde sus2 es tanto menos frecuente que el sus4 es que si queremos entonar una nota Re sobre una tríada de Do, el resultado es agradable e interesante tanto en tríadas mayores como en tríadas menores. Podríamos concluir que no hay necesidad de extraer a la tercera de la tríada para incorporar a la segunda diatónica. Pero ésto no ocurre en el caso de querer cantar la cuarta justa. La cuarta diatónica se encuentra sólo un semitono por encima de la tercera mayor, y al tocarlas juntas produce una disonancia, un choque. Por ese motivo, al cantar un Fa sobre un acorde de Do mayor, solemos tomar la precaución de desplazar al Mi, pero para agregar un Re sobre cualquier acorde de Do, no tenemos necesidad de desplazar a la modal.

Estas primeras cuatro tríadas, y el agregado de ambos acordes suspendidos, son la base de todo acorde. Para formar una tétrada, una péntada o una héxada deberemos sumar una, dos, o tres notas respectivamente sobre la tríada fundamental. En cuanto al nombre que les damos a esas demás notas que sumamos a las tríadas tenemos distintas alternativas.

Un nombre muy académico es el de alteraciones. Cambiamos el color de cada acorde según las alteraciones que le agreguemos. Do Mayor con séptima mayor y novena mayor - CMaj7/9 - no suena igual que Do Mayor con séptima menor, novena aumentada y decimotercera menor – C7(#9,b13) -, ni que Do Mayor con séptima mayor y undécima aumentada - CMaj7(#11) . Sin embargo, todas las variantes se construyen sobre la misma tríada de Do Mayor y tienen como base a las notas Do - Mi - Sol. Las notas que sumamos a la tríada nos permiten alterar su sonido e incluso cambiar la función del acorde para que produzca una gran gama de emociones distintas.

Desde la escuela más tradicional, la que acompaña y da forma a la llamada “música clásica” (la música académica de tradición occidental) llamamos a estas notas ajenas a la tríada: tensiones. Tanto en la polifonía medieval y renacentista, como en el barroco y, sobre todo, en el clasicismo de la segunda mitad del siglo XVIII, la tríada fue el centro de la armonía. En la música clásica, la tríada es la vedette y no comparte marquesina. Toda su armonía se basa así en la primera, tercera y quinta y esta combinación de notas conlleva la resolución de toda tensión armónica. Así es que si sobre una tríada sumamos una nota ajena a ella se la considerará una tensión; una nota externa que se espera que eventualmente se transforme o se dirija a una de las tres notas de la tríada. Este gobierno de la tríada se sostiene incluso durante gran parte del romanticismo del siglo XIX, pero tras la revolución armónica que produjo el jazz, hasta la música académica de tradición occidental incorporó las tétradas y las péntadas, lo que se nota cuando escuchamos las composiciones de los impresionistas de finales del siglo XIX.

De todas las peculiaridades e innovaciones artísticas que podemos enumerar con el nacimiento del jazz, aún ignorando el impacto social y cultural de tamaño fenómeno, considero que la más importante es la de destronar a la tríada. Un blues sin séptimas no suena a blues, y un standard tocado exclusivamente con tríadas nos queda flaco. Es por eso que el nombre más jazzero que le damos al conjunto de notas que se adhieren a la tríada posee un ingenioso juego de palabras. Por un lado las reconocemos como extensiones para hacer referencia al hecho de que las notas que solían ser tensiones ya no lo son, sino que pasan a formar parte del acorde. Desde esa óptica, son ex-tensiones. Y simultáneamente (es lindo cuando un chiste en un idioma – el inglés – encuentra perfecta traducción en otro – el español) cuando tocamos un acorde que tiene séptima y novena estamos tocando acordes extendidos. Sobre la tríada extendemos la sucesión de terceras para formar acordes con más de tres notas. Extensiones de terceras y ex-tensiones en la armonía. Ingenioso, ¿no?

Así es que, en tanto el acorde se produce con una sucesión de terceras, a la primera, tercera y quinta podremos agregarle a la séptima, la novena, la undécima y la decimotercera. A la tercera entre Do y Mi, y a la tercera entre Mi y Sol, podemos superponer la tercera entre Sol y Si (así se suma el intervalo de séptima sobre Do, la fundamental del acorde), la tercera entre Si y Re (siendo ésta la novena de Do), entre Re y Fa (la undécima) y entre Fa y La (la decimotercera). Subir una tercera más a partir de La nos lleva nuevamente a Do, por lo que la sucesión se cierra con la reaparición de la fundamental.

Recordemos que la cantidad de un intervalo se mide con números ordinales femeninos y desestima sus alteraciones. Hay una tercera desde cualquier Do a cualquier Mi, así como de cualquier Mi a cualquier Sol. Do Mayor tendrá Do – Mi – Sol. Do menor, Do – Mi bemol – Sol. Do disminuido, Do – Mi bemol – Sol bemol. Do aumentado, Do – Mi – Sol sostenido. Esto se mantiene incluso partiendo de Do sostenido o Do bemol, por lo que cualquier tríada que tenga a cualquier Do como fundamental resultará en una combinación de esa tónica con cualquier Mi y cualquier Sol.

Es esa misma lógica la que se extiende para darle al acorde de base cualquier Si que pueda funcionar como séptima, cualquier Re que funcione como novena, y así sucesivamente. Do-Mi-Sol-Si-Re-Fa-La en tanto primera-tercera-quinta-séptima-novena-undécima-decimotercera son el esqueleto para construir cualquier acorde de Do.

Podemos pensar un acorde como Do Mayor con séptima mayor y novena mayor formado por las notas Do-Mi-Sol-Si-Re. Veremos entonces que tiene una tercera Mayor de Do a Mi, una tercera menor de Mi a Sol, una tercera Mayor de Sol a Si y una tercera menor de Si a Re.

Un Do menor con séptima menor y novena Mayor tiene las notas Do-Mi bemol-Sol-Si bemol-Re. Sus intervalos son de tercera menor entre Do y Mi bemol, seguido por una tercera Mayor entre Mi bemol y Sol, otra tercera menor entre Sol y Si bemol, y una última tercera Mayor entre Si bemol y Re.

Quizás un acorde más complicado para pensar es el Do Mayor con séptima menor y novena Aumentada (un acorde que pronto conoceremos como Dominante Alterado). Esta combinación de Do-Mi-Sol-Si bemol-Re sostenido tiene una tercera Mayor entre Do y Mi, una tercera menor entre Mi y Sol, una tercera menor entre Sol y Si bemol, y una tercera Aumentada entre Si bemol y Re sostenido. Ejemplos de acordes que en su formación incluyan terceras que no sean Mayores ni menores no abundan. Pero aún en acordes complejos como éste, la regla de la sucesión de terceras se sostiene. Todo acorde de cualquier Do que tenga algún tipo de séptima y algún tipo de novena estará siempre formado por algún Do, algún Mi, algún Sol, algún Si y algún Re. Así es como la séptima, la novena, la undécima y la decimotercera provienen de una sucesión de terceras para extender el acorde.

3. La tercera afirmación sobre lo que es un acorde consiste en entenderlo como un concepto, una idea, una herramienta.

Los acordes, en esta visión verticalista de la armonía, nos sirven para empaquetar y clasificar rápidamente los colores armónicos que podemos producir y relacionar entre sí para formar progresiones y cadencias.

Construimos los acordes a partir de la superposición de terceras y podemos trascender de esa estructura ejecutando las notas del acorde en el orden en que queramos. Es así como surgen las distintas posiciones en las que podemos encontrar a los acordes. El acorde de Do mayor tiene las notas Do – Mi – Sol sin importar el orden en que superpongan.

Por otro lado, podremos encontrar cierta laxitud al decir que un acorde es “tres o más notas simultáneas” y no desmoronar esa definición cuando tocamos un arpegio. Es decir; el acorde es la relación vertical de las notas, sin importar si éstas se tocan de a una por vez o en bloque.

Esta forma de pensar al acorde, independiente incluso a su forma de ejecución y al orden de sus notas, es lo que ha dado nacimiento a la armonía tonal que tanto ha definido a nuestra historia musical durante siglos.

Marcelo "Chuffi" Siutti

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