Sentada, frente al escritorio, luego de un largo día de trabajo, abrumada, caliente, deseosa de las caricias atentas de un cómplice, que tenga el poder de hacerla pensar en algo más que proyectos.
Es una noche fría, tan fría, que sus ventanas se encuentran empañadas y el abanico encendido, no ayuda a disimular la dureza de sus pezones, deseando ser descubierto por cálidos labios, tan dulces como la miel.
Ella cierra los ojos; y piensa en aquel chico, que encontró mientras navegaba por Internet horas atrás, un completo desconocido que la hizo vibrar, solo con verlo. Lo imagina de pie, junto a su cama, mirándola mientras duerme, dispuesto a hacerla sentir mujer.
Suspira y piensa que al menos tiene el recuerdo en su cabeza y desea sentir sus manos acariciándole cada rincón de su cuerpo.
Se levanta y va a la ducha, frente al espejo se desnuda y mira como su cuerpo brilla de deseo, es perfecto, cada detalle, cada curva, se siente cómoda y feliz consigo misma.
Ahí frente a su amante, los recuerdos más íntimos invaden su mente; como ha logrado ver las estrellas envuelta en beso y caricias, pero a la vez a viajado al mismo hades a causa de tanta lujuria y pasión desenfrenada.
Puedo ver su cara de felicidad al recordar cada momento, cada minuto y cada segundo en la que se ha sentido completamente plena.
Podría jurar que como se mira, como se toca, como se ríe, el mismísimo espejo muere por sentir la calidez de su piel.
Justamente, en ese preciso momento, le susurra a su amante, suavemente mientras lo toca. - ¿Me observas mientras duermo, cada vez que me acaricio a tu lado o debajo de la ducha, tal vez cuando juego conmigo misma en la intimidad de mi habitación?, y sonríe.
Con su mirada coqueta y seductora, continúa jugando con su amante fiel, da vueltas, mientras le muestra su redondo y duro trasero; al continuar mirando cada detalle de su piel, siente como esta se le eriza, como su conchita se moja y se calienta, su humedad empieza a caer como pequeñas gotas de rocío, como gotas de caramelo, buscando depositarse en la lengua de su amante imaginario.
Sola, con sus profundos deseos y apasionados pensamientos, entra a la ducha y deja caer suavemente las gotas sobre su esbelta figura, permitiéndoles recorrer cada centímetro, dándole el placer de ser parte de ella.
Un nuevo miembro se une a la fiesta, se mezcla con el agua para completar la tarea de satisfacer a su reina, que está a punto de explotar de pasión.
Decidida a cambiar de escenario, toma su toalla, seca su deseo y busca su mejor atuendo, dispuesta a lucir ardiente e irresistible a la vista de su amante, quien espera paciente por devorarla.
La música y su cama pasan a ser el lugar en donde las manos de su amante imaginario empiezan a recorrerla con placer, cierra los ojos y acaricia su vientre suavemente, explorando cada rincón.
Su mente se traslada a aquellos momentos en donde fue al infierno y sus dedos acariciándole sus delgados labios, pero presionándole a la vez su botoncito dorado, mientras su otra mano, se detiene en sus enormes y bellos pechos, para darle unos pellizcos a esos pezones al borde del colapso.
Gemidos, tras gemidos, sus manos haciéndola gozar y su cómplice mente llenándola de deseos, complaciéndole con momentos desbordados de pasión y locura, fantaseando con aquel chico mientras múltiples orgasmos inundan su cálida vagina.
Mira el techo, se muerde los labios y piensa que tiene la suerte de ser bendecida con esa imaginación tan increíble de hacerla gozar con solo cerrar los ojos…
-Steffi-
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